Predicar con el ejemplo es una fórmula inequívoca de acción. Evita insuflar egos y descarta la demagogia. No requiere ensayos ni evidentes actings.
Es un ejercicio genuino que reúne razón y corazón. Que demanda anchura y profundidad. La firmeza de la Fé y los mejores deseos.
Servir es Cambiar. Para que las cosas cambien. Y mejoren.
La resiliencia revela aprendizajes y la convicción de continuar, aún frente a enormes obstáculos por atravesar.
Seguramente habrá resultado sorpresiva su tranquilidad cuando respondió «hola; si soy yo…» a los asombrados pasajeros que esperaban el colectivo local en la parada del Instituto Esquivel de Eldorado. «¿Usted es el gobernador…?»

Si. Era el gobernador de la provincia de Misiones. Oscar Herrera Ahuad. Sentado al amparo del sol, en el caluroso mediodía de sábado. (Más tarde bromearía con que «estaba monitoreando el servicio de transporte público»).
Cuando llegué a SuperFer a retirar mi pedido, ya estaba sentado junto a su familia en una mesa, dispuesto a degustar una milanesa de esas que no se olvidan. Los deportistas que se reúnen en la Unión Cultural -tanto como los clientes del restaurant, no resistían mirarlo casi sin entender la lógica de quién carga la responsabilidad de servir, luciendo inusualmente «como un igual». Como desairando a quienes pretenden -por ser políticos, verse «diferentes».
Devolvió cada saludo sin interferir ese momento especial de cada comensal. Yo fui menos respetuoso y me acerqué a saludarlo; me presentó a sus familiares, y contó que va a seguir peleando el precio del té y la yerba; que Misiones no va a aflojar en exigir reparar la histórica deuda que Nación mantiene con nuestra provincia. Que la conservación de nuestra biodiversidad es un legado para todo el país y el mundo. Que la zona especial aduanera podría enderezar las asimetrías de frontera y que los insumos para las industrias no pueden tener trabas por su importación.
Yo miré su mesa, y a la milanesa que -como su familia, lo esperaba. Pero él insistió en contarme que fortaleciendo la educación, la capacitación, la cultura y el deporte consolidaríamos mejores cimientos desde donde construir comunitariamente. Con más cooperación, con mayor inclusión, con nuevas oportunidades.
Cuando escuché mi nombre, recordé que había ido por el almuerzo.
Me disculpé, apreté su mano y saludé a toda la mesa.

Después ya en casa -mientras comía, volví a recrear sus palabras. Su entusiasmo. La plenitud de quien cree, aún en tiempos tempestuosos.
Porque todo pasará y lo perdurable será una nueva sociedad.
Había comprado pomelos rosados y fui a comerlos al patio. No eran tan dulces como los que uno quiere, pero créanme que los disfruté como pocas veces.
Reesperanzarnos acaricia el alma y afina el enfoque. Entonces ratifiqué mi propia certeza: cuanta convicción tiene el Pueblo Misionero al esperanzarse cada día, al enfocarse en su destino de trascendencia.
Porque hay un modelo a través del cual el ciudadano interpela, y es interpretado por sus representantes con el propósito de seguir forjando una Tierra Prometida para todos.
Pedro Krulewesky